Cuando ya era de noche en Roma, aquel lunes, 16 de octubre de 1978, se anunciaba un nuevo Papa para la Iglesia. Después de la temprana muerte de Juan Pablo I, un cardenal polaco sería elegido como el 264 sucesor de Pedro. Era Karol Józef Wojtyła. Hace 40 años de aquel momento…
Un cambio considerable
En la Iglesia, hasta aquel entonces, lo frecuente era que el elegido fuese un italiano. Pocas veces en la historia había llegado al Pontificado un «no italiano». Y él había roto muchas tradiciones. Entre otras, el hecho de que fuese tan joven, además de ser polaco, o el iniciar el ministerio con un primer discurso el mismo día de la elección.
Había sido un destacado obispo en los años anteriores, sobre todo en su participación en el Concilio Vaticano II, donde también colaboró en la redacción de la constitución Gaudium et Spes.
Su pontificado en cifras*
San Juan Pablo II y Polonia
Según pone uno un pie en el país polaco se encuentra que el Aeropuerto de Cracovia se llama «Juan Pablo II». Pero no solamente eso, sino que en cualquier sitio en el cual él ha estado hay una placa o una estatua o una imagen que recuerda dicho acontecimiento. Desde las minas de sal de Wieliczka, pasando por la estatua en Wawel o el lugar donde el confesaba frecuentemente, así como el Santuario que lleva su nombre y dedicado a él en la ciudad que lo vio primero como obispo auxiliar y luego como arzobispo, podemos encontrar algo que nos recuerda a Juan Pablo II.
Y no es para menos ya que su contribución a su país natal no ha sido precisamente pequeña. Desde su amor por la cultura polaca y la difusión de la misma a través del teatro o de la universidad, pasando por su acompañamiento a jóvenes y familias, su ministerio sacerdotal y episcopal defendiendo la fe y denunciado la opresión y el ateísmo que se trataba de imponer, hasta llegar al pontificado donde se convirtió en un referente para su pueblo y en un defensor de la libertad y de la necesidad de terminar con el comunismo. Su vivencia primero del nazismo y luego del comunismo lo ha marcado para siempre, y ha hecho de él un claro defensor de la persona, resaltando la belleza de la misma y el incuestionable valor de su dignidad.
Pero él era ante todo sacerdote. Entregado, humilde y sencillo. Amaba la montaña, esquiar, dar grandes paseos o ir al río. Pero, ciertamente, amaba mucho más a Jesucristo y a su Iglesia. Su secretario, Stanisław Dziwisz, que luego sería arzobispo de Cracovia y erigiría el santuario en la ciudad dedicado a la vida y ministerio de este santo, contaba de él que siempre tenía un rosario en la mano y que alguna vez le escuchó decir que rezaba siete rosarios al día. Era mariano hasta la médula, tanto que su escudo papal, aunque sencillo, llevaba la Cruz de Cristo y la «M» de María.
Su vida, su ministerio, fue un fecundo testimonio de amor a Jesús y a veces mirábamos más sus gestos que sus palabras. Como aquella última vez que salió al balcón y apenas se comprendía lo que decía mientras daba la bendición, pero su esfuerzo fue otro gesto más de amor hacia sus hijos en la fe.
Pero también sus palabras, su cientos de documentos y discursos, han marcado un antes y después en tantos aspectos. Le hemos llamado el «Papa de los jóvenes», el «Papa de las familias»… Pero ha sido un padre en tantos aspectos que su huella aún hoy se recuerda y se celebra con alegría.
En Polonia quizás las nuevas generaciones solo vean, allá por donde vayan, la imagen de un hombre que fue Papa. Pero él fue un gran santo que amó a su país y que fue un testigo incontestatable de su fe en Jesús, tanto en tierras polacas como el lugar al que fuese.
Por cierto, en Polonia al que fue su pastel favorito se lo conoce como «pastel de Juan Pablo II». Y así lo venden. Ciertamente tenía buen gusto.
Su discurso inicial y otro par de recomendaciones
A continuación os dejo su pequeño discurso el día en que fue elegido Papa:
¡Alabado sea Jesucristo!
Queridísimos hermanos y hermanas:
Todos estamos apenados todavía por la muerte de nuestro amadísimo Papa Juan Pablo I. Y he aquí que los Eminentísimos Cardenales han designado un nuevo Obispo de Roma. Lo han llamado de un país lejano…, lejano pero muy cercano siempre por la comunión en la fe y tradición cristiana.
He sentido miedo al recibir esta designación, pero lo he hecho con espíritu de obediencia a Nuestro Señor Jesucristo y con confianza plena en su Madre María Santísima.
No sé si podré explicarme bien en vuestra… nuestra lengua italiana; si me equivoco, me corregiréis.
Y así me presento a todos vosotros para confesar nuestra fe común, nuestra esperanza y nuestra confianza en la Madre de Cristo y de la Iglesia; y también para comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y con la ayuda de los hombres.
Hoy os recomiendo dos lecturas que a mí me encantan: la homilía en la Misa de inicio de pontificado, donde resonó su «no tengáis miedo» o «abrid de par en par vuestro corazón a Cristo», y su carta a las familias del año 1994.
(Imagen: Perfil.com / *Extraído de Aciprensa)
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Comentarios a esta entrada:
Elentir
¡Qué gran Papa! Es mi santo de referencia, ahora mismo mientras escribo estas líneas estoy viendo la estampa con su retrato que tengo sobre mi ordenador.
20:17 | 16/10/18
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