Ya sé que habitualmente no suelo escribir sobre estas cosas aquí… Pero ellos, los abuelos, se lo merecen.
Como ya he dicho en muchas ocasiones: los abuelos son los buenos de la película. Muchas veces viven con el deseo de querer dar a sus nietos aquello que no pudieron darle a sus hijos. Pero la bondad es connatural a su nuevo rol. Una verdadera entrega que no entiende de tiempo, ni de lugar… Entrega y bondad, sus dos mejores aliadas.
Son besos, caricia, ternura. Son los brazos donde llorar cuando uno está triste, los payasos de la fiesta -si se tercia- o los mejores compañeros de aventuras. Son los mejores animadores deportivos, los fans número 1 de tu club, unos óptimos creadores de historias, los mejores cómplices en las travesuras y los compañeros ideales para el estudio.
Aunque solo tuviesen un empleo, de repente se vuelven polifacéticos. Son profesores, jardineros, cocineros, enfermeros, fontaneros, electricistas, ingenieros, arquitectos…y todo lo que sus nietos necesiten.
Su reloj excede las 24 horas. Su semana parece que tiene más de 7 días. Su vida se multiplica con cada sonrisa.
Parecen el banco de España. Siempre hay una moneda para una chuche, un billete para un pequeño capricho o un regalo inesperado pero deseado.
No leen la mente pero saben lo que piensas. No saben de hipnotizar pero dormirse en sus brazos en casi automático. Quizás no son muy tecnológicos pero su teléfono está 24 horas disponible para ti. No entienden porque todo el mundo corre y cuando estás con ellos parece que el mundo se detiene. No harán las cosas con mucha rapidez pero se saben los mejores trucos.
Les encanta decir que ellos molestan, estorban… Pero no es verdad. Sin ellos nada es igual; todo es distinto.
Son tus superhéroes, tus mejores amigos, tus espectadores más entregados, tu apoyo incondicional, tus abrazos en invierno y tu crema de sol en verano.
Y cuando eres nieto solo deseas: «ojalá, algún día, sea como él/ella».
Y cuando miras a tus padres solo piensas: «¡Qué suerte han tenido y cuánto han aprendido de los mejores profesores!».
Por eso nuestro deseo: que los abuelos sean eternos, por favor.
[Imagen: misionescuatro.com]
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Comentarios a esta entrada:
Luisa Carrasco
Muy bonito, P. Nico, aunque no todos hayamos tenido tu «suerte» (a otros- espero- nos han cuidado desde el Cielo).
A mi abuela paterna no llegué a conocerla. Murió dos años y tres semanas antes de que yo naciera, pero mi hija mayor, cuyo nacimiento estaba previsto para mi 28 cumpleaños, tuvo el «detalle» de adelantarse tres semanas para nacer el el XXX aniversario de su fallecimiento. Mi abuela materna murió cuando yo tenía cuatro añitos y tres meses (aunque guardó algún buen recuerdo de ella).
Mi abuelo paterna murió cuando yo tenía siete años y medio, dos semanas antes de mi Primera Comunión (de él si guardo más recuerdos muy simpáticos). Y mi abuelo materno algo menos de diez años después (como se casó por segunda vez, en los últimos años lo vimos menos de lo que nos habría gustado, aunque sí que recuerdo buenos momentos y algunos regalitos, como esas monedas que nos daba para comprar chucherías, de vez en cuando).
Descansen en Paz los míos y que sigas disfrutando de los tuyos muchos años más.
19:27 | 3/06/19
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