Todos necesitamos una nueva oportunidad. Y todos la tenemos. Así aparece la cuaresma 2019. «La cuaresma de tu vida», esa típica frase que he oído mil y una veces, y que hoy me repito yo también a mí mismo.
La cuaresma es como quitar las veinte alarmas que uno se pone para despertarse y dejarse una sola. Y tomar una decisión: «hoy sí; me levantaré en cuanto suene». No todos los días quizás se logre, pero se va tratando de crear un hábito. Es la diligencia, que vence la pereza. Pero que necesita de dos patitas: la gracia de Dios y la voluntad del hombre.
¿La receta para vivir este tiempo? ¿El modo de hacer real y concreta esta gracia de Dios y esta voluntad del hombre? Pues lo de siempre: conversión, ayuno, oración y limosna.
Me gustaría decir unos cuantos slogan para cada una de ellas y una mínima reflexión desde la vida de Cristo para tratar de vivirlas.
Tú sí que vales. Como el concurso de la tele. Pero tan real como la vida misma. La conversión, esa metanoia (que no «paranoia») es la invitación a volver a Él de todo corazón. Pero sabiendo que para Jesús valemos tanto…¡qué ha derramado su sangre por amor! Todavía no nos lo creemos mientras seguimos poniendo pegas a esta amistad y a nuestra transformación interior, a dejarnos mirar por Él, por el simple hecho de que somos incapaces de creernos que pueda haber alguien capaz de amarnos a pesar de nuestro pecado, de nuestras debilidades. Y el Señor es quien, cuando vas con la cabeza agachada, te levanta el mento y te dice: «no seas tonto/a; ¡con lo que yo te quiero!». Vales mucho, sí. Pero oye, cuídate, que no todo es «living la vida loca». Este es el tiempo de dejarse mirar por Jesús y transformarnos por Él. Como cuando uno va a la playa.
No podemos conducir por ti. La limosna no se trata solo de lo económico (¡qué también!), sino de una entrega de lo que somos a los demás. Este no es el tiempo del ahorro, señores. Las rebajas han pasado. Es el tiempo de la entrega, de darse sin medida, como Cristo lo ha hecho. En primer lugar nos entregamos a Dios, como hasta ahora no lo hemos hecho. Pero sin grandes promesas, que esto no es política. Se trata de vivir de las pequeñas cosas del día a día. Que si un poquito de lectura del Evangelio, que un rato en silencio para meditar y orar con Él, que si una pequeña oración matinal y otra antes de roncar… Y luego vienen los demás, donde Dios se hace presente en nuestra vida. Así de sencillo. Sin más. Cuídalos y quiérelos; ten las caricias, abrazos y palabras que hasta ahora no tenías con ellos; sé generoso. Y recuerda: lo que tú no hagas, ¡quedará sin hacer! Y Dios te ha puesto ahí. Será por algo, ¿no?
Be water, my friend. Que manía con esto del ayuno y las exigencias de no comer. Ni las dietas esas en las que parece que solo te alimentas con el olor de los platos (que diría Leo Harlem de los restaurantes modernos) pasa uno tanta hambre. Que sí, que parece que la abstinencia de carne fue puesta adrede para que no haya día en el año que desees más un buen chuletón que un viernes de cuaresma. Es así. Pero el ayuno no se trata solo de comer poco y ofrecerlo mucho, sino de vaciar nuestro pequeño corazón de toda esa porquería que llevamos dentro. Que si entra un camión de mudanzas ahí, se pasa una semana entera quitando cosas…¡por lo menos! Este es el tiempo de vaciarnos de nosotros y llenarnos de Jesús. Pero de obra, no solo de palabra. Que queda genial ponerlo de estado de whatsapp o en un story de instagram, pero aquí lo que importa es hacerlo real como la vida misma. Por eso que tenemos que ser agua, moldeables al recipient, que es Jesús. Entra en su Corazón y pídele que cuide del tuyo. Que te enseñe a descubrir qué cosas sobran y cuántas te faltan por meter en tu vida.
Amigo mío solo tú encuentras leña, por nosotros si hace falta te despeñas. Tú nos unes, nos arropas, tú nos llenas de tortilla las tarteras. A donde vas te seguiré, en la amistad me perderé… La verdad es que esta canción siempre me ha resultado super simpática. Pero es que la oración se trata de hablar con un amigo (Santa Teresa lo dijo hace ya unos cuantos siglos y seguimos igual). Un diálogo que tiene dos partes: a veces se habla y a veces se escucha. A algunos nos encanta hablar con nosotros mismos (¡y hasta gesticulamos en el intento!). Pero lo importante es que hablemos con Él. Luego decimos que la gente vive sola, que no hay nadie que los escucha… Que sí, que no es tan físico y real como una conversación entre dos humanos, pero oye, que Él te escucha y te quiere, sabe lo que necesitas incluso antes de pronunciarlo tus labios y no te pone la musiquita esa de las teleoperadoras mientras te dicen «todos nuestros agentes están ocupados», porque Él siempre está libre para ti. Busca un hueco al día para Él. No es el Dios del tiempo libre o de los ratos muertos. Es el Dios de la Vida. El que te creó y te pensó sin ti, que dice san Agustín. Así que nada de regatear, que esto no es el mercadillo. Dale un tiempo para Él y pídele ser el Rey del tiempo en tu vida. Deja que te hable al corazón a través de su Palabra y de los acontecimientos. Pero también pídele todo lo que necesites. Es un tú a tú muy necesario.
Déjate de historias. Esta va a ser la cuaresma que lo cambie todo. La del año pasado, ya fue; la del que viene, ya vendrá; ahora ama en esta al Dios que te busca y te ama. Y déjate sorprender por Él. ¡Qué ganas, Señor, de volver a tus brazos y dejarnos mimar por Ti!
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